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Teddy metió la pata...

viernes, 4 de agosto de 2023

Sobre Rafael Alberti y un aplazado abordaje a la poesía

 

Es preciso reconocer que desde antaño me ha resultado más propicia la lectura de prosa en sus diferentes presentaciones, a la esquiva (para mi propio sentir) forma lírica. Pese a que de antemano me es claro que dentro de un acervo particular, la cantidad de volúmenes escrito en verso es significativamente menor a la novelas, cuentos o ensayos (la proporción puede resultar alarmante), no me causó poco asombro que no hubiera ni una sola obra de Rafael Alberti, salvo su presencia soslayada en un par de antologías (una de Antonio Ramoneda, y otra en la Antología Cátedra) y sí en cambio algunos de sus correligionarios compatriotas de la Generación del 27. Algo avergonzado por semejante oprobio, valga este ejercicio de apología a tal omisión.  


 EL MAR. LA MAR

A Juan Chabás

 El mar. La mar.
 El mar. ¡Sólo la mar!
 
 ¿Por qué me trajiste, padre,
 a la ciudad?
 
 ¿Por qué me desenterraste
 del mar?
 En sueños, la marejada
 me tira del corazón.
 Se lo quisiera llevar.
 
 Padre, ¿por qué me trajiste
 acá?
 
 
 
            SALINERO

 …Y ya estarán los esteros
 rezumando azul de mar.
 ¡Dejadme ser, salineros,
 granito del salinar!
 
 ¡Qué bien, a la madrugada,
 correr en las vagonetas
 llenas de nieve salada,
 hacia las blancas casetas!
 
 Dejo de ser marinero,
 madre, por ser salinero.
 
 
             SI GARCILASO VOLVIERA

 Si Garcilaso volviera,
 yo sería su escudero;
 que buen caballero era.
 

 Mi traje de marinero
 se trocaría en guerrera
 ante el brillar de su acero;
 que buen caballero era.
 
 ¡Qué dulce oírle, guerrero,
 al borde de su estribera!
 En la mano, mi sombrero;
 que buen caballero era.
 
     En este punto valga la aclaración que es sobre la lectura de "Persona normal" de Benito Taibo que surge la necesidad de buscar a Alberti. En uno de los pasajes del libro referido, el protagonista y su tío tienen contacto con un singular hombre de avanzada edad y precaria condición, que se asume como en el anterior poema, y el propio Alberti declaraba, escudero de Garcilaso de la Vega.
 
            SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA
A Adolfo Halffter
 
 Si mi voz muriera en tierra,
 llevadla al nivel del mar
 y dejadla en la ribera.
 
 Llevadla al nivel del mar
 y nombradla capitana
 de un blanco bajel de guerra.
 
 ¡Oh mi voz condecorada
 con la insignia marinera:
 sobre el corazón un ancla
 y sobre el ancla una estrella
 y sobre la estrella el viento
 y sobre el viento la vela!
 
 (De Marinero en tierra, 1924)

 

  UN FANTASMA RECORRE EUROPA

 …Y las viejas familias cierran las ventanas,
 afianzan las puertas,
 y el padre corre a oscuras a los Bancos
 y el pulso se le para en la Bolsa
 y sueña por la noche con hogueras,
 con ganados ardiendo,
 que en vez de trigos tiene llamas,
 en vez de granos, chispas,
 cajas,
 cajas de hierro llenas de pavesas.
 ¿Dónde estás,
 dónde estás?
 Los campesinos pasan pisando nuestra sangre.
 ¿Qué es esto?
 
 - Cerremos,
 cerremos pronto las fronteras.
 Vedlo avanzar deprisa en el viento del Este,
 de las estepas rojas del hambre.
 Que su voz no la oigan los obreros,
 que su silbido no penetre en las fábricas,
 que no divisen su hoz alzada los hombres de los campos.
 ¡Detenedle!
 Porque salta los mares,
 recorriendo toda la geografía,
 porque se esconde en las bodegas de los barcos
 y habla a los fogoneros
 y los saca tiznados a cubierta,
 y hace que el odio y la miseria se subleven
 y se levanten las tripulaciones.
 ¡Cerrad,
 cerrad las cárceles!
 Su voz se estrellará contra los muros.
 ¿Qué es esto?
 
 - Pero nosotros lo seguimos,
 lo hacemos descender del viento del Este que lo trae,
 le preguntamos por las estepas rojas de la paz y del triunfo,
 lo sentamos a la mesa del campesino pobre,
 presentándolo al dueño de la fábrica,
 haciéndolo presidir las huelgas y manifestaciones,
 hablar con los soldados y los marineros,
 ver en las oficinas a los pequeños empleados
 y alzar el puño a gritos en los Parlamentos del oro y de la sangre.
 Un fantasma recorre Europa,
 el mundo.
 Nosotros le llamamos camarada.
 
 (De Un fantasma recorre Europa, 1933) 


 

EL PRISIONERO

            1

-Carcelera, toma la llave,
que salga el prisionero a la calle.

Que vean sus ojos los campos,
y, tras los campos, los mares,
el sol, la luna, y el aire.

Que vean a su dulce amiga, 
delgada y descolorida,
sin voz, de tanto llamarle. 

Que salga el preso a la calle. 

EL CUERPO DESHABITADO

 1
 Yo te arrojé de mi cuerpo,
 yo, con un carbón ardiendo.
 
 - Vete.
 
 Madrugada.
 La luz, muerta en las esquinas
 y en las casas.
 Los hombres y las mujeres
 ya no estaban.
 
 - Vete.
 
 Quedó mi cuerpo vacío,
 negro saco, a la ventana.
 
 Se fue.
 Se fue, doblando las calles.
 Mi cuerpo anduvo, sin nadie.
 
 2
 Que cuatro sombras malas
 te sacaron en hombros,
 muerta.
 
 De mi corazón, muerta,
 perforando tus ojos
 largas púas de encono
 y olvido.
 
 De olvido,
 sin posible retorno.
 Muerta.
 
 Y entraste tú de pie,
 bella.
 Entraste tú, y ahora,
 por los cielos peores,
 tendida,
 fea,
 sola.
 
 Tú.
 
 Sola entre cuatro sombras.
 Muerta.
 
 3
 ¿Quién sacude en mi almohada
 reinados de yel y sangre,
 cielos de azufre,
 mares de vinagre?
 
 ¿Qué voz difunta los manda?
 Contra mí, mundos enteros,
 contra mí, dormido,
 maniatado,
 indefenso.
 
 Nieblas de a pie y a caballo,
 nieblas regidas
 por humos que yo conozco
 en mí enterrados,
 van a borrarme.
 
 Y se derrumban murallas,
 los fuertes de las ciudades
 que me velaban.
 
 Y se derrumban las torres,
 las empinadas
 centinelas de mi sueño.
 
 Y el viento,
 la tierra,
 la noche.
 
 4
 Tú. Yo. (Luna.) Al estanque.
 Brazos verdes y sombras
 te apretaban el talle.
 
 Recuerdo. No recuerdo.
 ¡Ah, sí! Pasaba un traje
 deshabitado, hueco,
 cal muerta, entre los árboles.
 
 Yo seguía… Dos voces
 me dijeron que a nadie.
 
 5
 Dándose contra los quicios,
 contra los árboles.
 
 La luz no le ve, ni el viento,
 ni los cristales.
 Ya, ni los cristales.
 
 No conoce las ciudades.
 No las recuerda.
 Va muerto.
 Muerto, de pie, por las calles.
 
 No le preguntéis. ¡Prendedle!
 No, dejadle.
 
 Sin ojos, sin voz, sin sombra.
 Ya, sin sombra.
 Invisible para el mundo,
 para nadie.
 
 6
 I
 Llevaba una ciudad dentro.
 La perdió.
 
 Le perdieron.
 
 Solo, en el filo del mundo,
 clavado ya, de yeso.
 No es un hombre, es un boquete
 de humedad, negro,
 por el que no se ve nada.
 
 Grito.
 ¡Nada!
 
 Un boquete, sin eco.
 
 7
 II
 Llevaba una ciudad dentro.
 Y la perdió sin combate.
 Y le perdieron.
 
 Sombras vienen a llorarla,
 a llorarle.
 
 - Tú, caída,
 tú, derribada,
 tú,
 la mejor de las ciudades.
 
 Y tú, muerto,
 tú, una cueva,
 un pozo tú, seco.
 
 Te dormiste.
 Y ángeles turbios, coléricos,
 la carbonizaron.
 Te carbonizaron tu sueño.
 
 Y ángeles turbios, coléricos,
 carbonizaron tu alma,
 tu cuerpo.
 
 8
 (VISITA)
 Humo. Niebla. Sin forma,
 saliste de mi cuerpo,
 funda vacía, sola.
 
 Sin herir los fanales
 nocturnos de la alcoba,
 por la ciudad del aire.
 
 De la mano del yelo,
 las deslumbradas calles,
 humo, niebla, te vieron.
 
 Y hundirte en la velada,
 fría luz en silencio
 de una oculta ventana.
 
 (De Sobre los ángeles, 1928) 
 

LO QUE DEJÉ POR TI

Ahí cchi nun vede sta parte de monno Nun za nnemmanco pe eche ccosa é nnato.
 G G. Belli
 Dejé por ti mis bosques, mi perdida
 arboleda, mis perros desvelados,
 mis capitales años desterrados
 hasta casi el invierno de la vida.
 
 Dejé un temblor, dejé una sacudida,
 un resplandor de fuegos no apagados,
 dejé mi sombra en los desesperados
 ojos sangrantes de la despedida.
 
 Dejé palomas tristes junto a un río,
 caballos sobre el sol de las arenas,
 dejé de oler la mar, dejé de verte.
 
 Dejé por ti todo lo que era mío.
 Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
 tanto como dejé para tenerte.
 
 (De Roma, peligro para caminantes, 1967) 
 
Ruiz Casanova, José Francisco. (Selecc). Antología Cátedra de Poesía de las Letras  Hispánicas. 4a. ed., Cátedra. España. 2004. 1007 pp.
Ramoneda, Arturo. Antología de la poseía española del siglo XX (1890-1939).  Alianza Editorial, Madrid, España. 2007. 703 pp.
Taibo, Benito. Persona normal. Destino-Planeta. México. 2013. 244 pp.


martes, 13 de octubre de 2020

El nombre de la rosa. Umberto Eco


                 


 
Los hombres de antes eran grandes y hermosos (ahora son niños y enanos), pero  ésta es 
sólo una de las muchas pruebas del estado lamentable en que se encuentra este mundo 
 caduco. La juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está en decadencia, el mundo 
marcha patas arriba, los ciegos guían a otros ciegos y los despeñan en los abismos, los pájaros  
 se arrojan antes de haber echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes bailan, María ya no 
ama la vida activa, Lea es estéril, Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los lupanares,
Lucrecio se convierte en mujer. Todo está descarriado. Demos gracias a Dios de que en aquella
época mi maestro supiera infundirme el deseo de aprender y el sentido de la recta vía, que no
se pierde por tortuoso que sea el sendero.


Acorde a estos momentos de pandemia, el retrato vívido de individuos que buscan la reclusión por iniciativa propia en busca de ¿revelación mística? ¿expiación? Al amparo de su fe y del recogimiento, buscan algo de iluminación y conocimiento, pero terminan sucumbiendo a las mismas pasiones que el común de los hombres.

El primer acercamiento que tuve con esta obra fue a temprana edad, casi adolescente, en la forma de la película interpretada por Sir Sean Connery (hoy retirado de la actuación) como Guillermo de Baskerville y Christian Slater interpretando a su aprendiz Adso de Melk. El reparto incluía muchos otros rostros y nombres que serían relevantes para mí mucho después (Michael Lonsdale, Elya Baskin, Helmut Qualtinger, Murray Abraham, etc.) así como a un polifacético Ron Perlman, ¿qué papel no ha desempeñado Ron Perlman?, encasillado frecuentemente dentro dY el monstruo, el deforme, el singular actor ha variado de los escenarios espaciales a las míticas fortalezas medievales, de traficante, pirata, guerrero y demás incluyó la puesta en escena de Salvatore, el paria que encontró cobijo en diversas órdenes monacales y construyó una imperfecta y rudimentaria compilación de lenguaje y fe para profesar, más apegada a sus necesidades veniales que al fervor místico pero quizá por ello más sincera.

Y hablando de sinceridad, he de confesar que en aquella vez lo más que atrajo mi atención fue el furtivo encuentro de la joven campesina con Adso en la penumbra de la cocina. La noción del libro prohibido como símbolo del temor al conocimiento y su divulgación entre los simples mortales me pasó casi de largo a excepción del detalle de las páginas envenenadas. Hoy más maduro (simulo) y con más acervo de fondo me inquieta la posibilidad de la existencia de ese mítico manuscrito de Aristóteles, que al igual de buena parte de su producción y de muchos otros pensadores del mundo antiguo (no exclusivamente griegos) me acercó a la desesperación de Guillermo y demás monjes ante el voraz incendio de la biblioteca. Como una imagen más para completar el apocalipsis descrito en los manuscritos y muros de la abadía, las llamas devoraban el cúmulo de conocimiento a imagen del hombre y volvía, volutas de humo y cenizas volantes. Al final, sólo la fragilidad es constante. 

Queda al final sólo desamparo y pérdida. A diferencia de la novela, la versión fílmica (hasta donde recuerdo) hace un esbozo de final feliz con Guillermo y Adso abandonando la abadía con algunos manuscritos ocultos en sus alforjas. No todo se ha perdido. La postura original de Eco, es la diáspora de los monjes sobrevivientes con lo poco que puedan rescatar de los bienes materiales de la otrora rica abadía: unas prendas, un animal de carga, sus propia vida. Guillermo y Adso viajan un breve tiempo juntos para separarse y no volver a verse nunca. El relato resulta ser las memorias de un Adso en el ocaso de su vida, postrero homenaje a quién concibió como su maestro y guía. ´

Si has llegado hasta estas líneas, hubiera querido recompensarte con el excelente análisis que halle en las veleidosas tramas del internet, mismo que por su complejidad y buen sentido me motivaron a renunciar a una competencia de antemano perdida y recaló en una vivencia más personal de dicha obra. Lamentablemente, no fui lo suficiente previsor y me adentré en el laberinto sin hilo ni lámpara que me orientara, y lo he perdido. Triste consuelo sea sugerirte si es posible a la película mencionada, la reciente versión en serie como propuesta a considerar, y por supuesto, el manuscrito original, que podamos disfrutar sin riesgo a terminar con la lengua ennegrecida...